lunes, 28 de abril de 2008

La patada del Policía al policía





Tené cuidado al elegir el nombre de tu banda

Ser joven y rockero durante el comienzo de la década del '80 en Argentina era sumamente riesgoso. La dictadura militar (si bien en retirada) tenia al rock entre sus tantos enemigos. Musicalmente hablando, el país siempre había podido hacer frente a la distancia geográfica existente de los dos polos de la música internacional (Inglaterra y Estados Unidos) con bandas locales de jerarquía. Sin embargo, el mes de diciembre de 1980 marcaría un antes y un después dentro del panorama del rock en Argentina: una banda internacional reconocida llegaba al país para presentarse en vivo
En 1980, The Police gozaba de fama mundial debido al éxito de sus dos primeros discos Outlandos d'amour y Regatta de blanc de la mano de hits como Roxanne, So Lonely y Message in a bottle. En un tramo de su gira mundial, extrañamente aceptaron venir a Sudamérica y agendaron 3 conciertos en Argentina. Uno en la discoteca New York City (que se inauguraba), uno en la ciudad de Mar del Plata y uno en el Estadio Obras Sanitarias.
En nuestros tiempos, es común que el público salte y se empuje (a veces en demasía) mientras corea los temas de su banda favorita, pero en plena época de gobierno militar las cosas eran bastante diferentes. La new wave que le cambiaria la cara al rock nacional todavía no había surgido y los grandes del rock argentino (Charly Garcia y Luis Alberto Spinetta en particular) se enfrascaban en las intrincadas aguas del jazz-rock. Los conciertos se vivían sentados como si se tratara de una obra teatral, sin demasiada participación de la audiencia. Pero en el show de The Police en Obras las cosas serian diferentes.
La fuerza de la banda y la contagiosa energía de su música, hicieron que el público se levantara de su butaca y comenzara a bailar a los pocos temas. En un momento, mientras la banda tocaba Shadows in the rain, una joven se acercó hacia el vallado del escenario para estar más cerca del grupo. Al ver esto, un policía (si, no había seguridad con chaleco naranja en esa época, sino una fila de uniformados que tenían todo bajo control) la aleja de un cachiporrazo. Uno más de tantos atropellos y abusos.
Pero algo cambiaria esa noche: el guitarrista Andy Summers se acercó al borde del escenario y empezó a gritar hacia el tumulto y, lleno de impotencia, con su pie derecho le arrojo un leve puntapié al oficial haciéndole perder su gorra reglamentaria
Obviamente en escasos minutos el lugar estaba atestado de agentes uniformados y hasta carros de asalto. El empresario Daniel Grinbank (quien había traído al grupo al país) se hizo cargo de la situación y subió al escenario (recordemos que el show no se suspendió en ningún momento) y hablo con Miles Copeland (hermano de Stewart y por entonces manager del grupo) para informarle las novedades: ni bien la banda terminaba el concierto, Andy Summers iría preso.
La palidez se adueñó de la cara del guitarrista cuando (en pleno recital), se enteró que corría serio riesgo de pasar las fiestas en una cárcel de un país sudamericano gobernado por una junta militar en cuyo historial figuraban miles de desaparecidos.
Al terminar el show, y ya en camarines, el policía (el verdadero) se acercó junto con una decena de colegas a buscar explicaciones de lo ocurrido. Summers, como pudo le pidió disculpas explicando que nunca fue su intención y que no se pudo controlar debido al calor del show. Luego de unos instantes (eternos por la tensión acumulada) finalmente el oficial se retiro sin retirar ningún cargo. “Hubo una discusión, hubo disculpas y hasta hubo que adornar con un vil metal, claro” fue la explicación de Daniel Grinbank.
Al volver al hotel, Summers respiró aliviado, seguramente replanteándose el nombre de la agrupación en la que tocaba